Szaloncukor es un dulce de azúcar, cubierto de chocolate y envuelto en papeles de celofán brillante. Este bombón es el adorno más común en los pinos de navidad húngaros desde mucho, casi 200 años. Hay gran cantidad de sabores , pues la base de azúcar permite incorporar sabores como mazapán, chocolate, caramelo, coco, licores fresas, durazno, piña, nueces, cerezas.
Los arboles de navidad húngaros se llenan de estos dulces que comparten junto con las luces y bambalinas su lugar entre las ramas. Entrar a una tienda donde venden los Szaloncukor , es un placer visual porque se parecen arco iris explosivo de colores y texturas.
Yo los conocí de niña en Venezuela porque a papá le llegaban caja de estos dulces desde Hungría, mis tíos cuando podían enviaban estos dulces, pero no era una tarea nada fácil . Papá nos daba a probar con cuidado eran una delicatessen escasa y algo muy preciado. Cuando no llegaban, mamá (que guardaba los papelitos) envolvía otro dulce -casi siempre unos caramelos grandotes y los colocaba en el árbol de navidad.
Tradicionalmente en Hungría el árbol de navidad se compra y se decora el 24 de diciembre. En mi casa en Caracas papá se levantaba muy temprano el 24 en la mañana y compraba un pino gigantesco a precio de ultra descuento porque ya nadie compraría más pinos, así que era una gran fiesta . Yo, cuando mis sobrinas eran chiquitas, las arrreglaba y se todas se montaban en mi Fíat 145 blanco, llegábamos a Las Mercedes; el 23 de diciembre a las 9 o 10 pm y también comprobamos con un precio de ultra rebaja árboles tan grandes que era una odisea atarlos al techo del Fiat y la fiesta era inmensa : adornar el pino, las luces, los adornos y los szaloncukor falsos.
Según la Nemzeti Agrárgazdasági Kamara (Cámara Nacional de Agricultura), los húngaros compran aproximadamente 3,500 toneladas de szaloncukor cada año. También agregaron que un hogar húngaro compra en promedio 1 kg de szaloncukor cada año. Este bombón típicamente húngaro también es común en Rumania y Eslovaquia, según la tradición lo trae el Niño Dios, la noche de navidad.
Al llegar a Budapest me sorprendí al ver la evolución del pequeño bombón -quizás solo era mi limitada referencia, no lo se- pero ahora se produce en150 sabores diferentes y en infinidad de colores. Probarlos de nuevo, fue un viaje a mi infancia, a momentos maravillosos, a la voz de papá a su risa y su amor. A esta “Hungría” que estaba en mi imaginación -que ahora es mi cotidianidad- y donde crece mi pequeña Nina Cereza.