Habana café

Almendrón La Habana

Crónica de una café en La Habana:  Salgo de mi hotel «Casa Patria»,  ubicado en el Vedado, se trata de una casa antigua, devenida en hotel. Está decorada de forma bizarra: mezcla de todo desde estampitas de San Lazaro hasta figuras de perros galgos de porcelana Lladró. En el techo de la casa, la Sra Patria  ha construido pequeñas habitaciones, que se organizan al rededor de una terraza amplia.  Recibir allí la mañana es una experiencia maravillosa, los pulmones se me llenan de azul clarito, alegría de aroma a jazmín y a mango.

 

 

Tomo un taxi, para llegar al centro de la ciudad, pero no un taxi convencional, es un taxi compartido entre varias personas: uno paga por un puesto dentro de uno de estos maravillosos carros de los años de antes de la revolución y que llaman Almendrón. Los Almendrones desafían la lógica, primero porque aun funcionan y   porque no van 4 pasajeros sino 8 o 10 . Todos hablan, se ríen, cantan y allí te enteras de chismes, noticias y por supuesto te averiguan la vida.

Almendrón La Habana

Me gusta empezar a recorrer las ciudades usando una cafeteria como punto de partida. Desde allí organizo mis recorridos, trazo en el mapa lo que voy a hacer, pero también es una forma de conectar con la energía de la ciudad

Así  Llego al Hotel El Telégrafo. Me siento en  un gran pasillo con vista a la calle, el lugar tiene paredes blancas impecables y  azul celeste: de ese todo de azul festivo de absoluta elegancia tropical .

Pido un cafe a la cubana, llega a mi mesa una taza pequeña y en ella un café negro, sin adorno alguno. Los cubanos toman el cafe simple . Taza pequeña, corto, oscuro y mitad café,  mitad azúcar. 

El café es aromático y profundo, almidonado, brillante y aunque no uso azúcar en el cafe, estando aquí se justifica. Azúcar prieta o morena, muy dulce y con ese divino sabor a caña.  La mezcla cítrica y dulce es muy agradable. Un café que persiste en la boca con un balance perfecto.

El café para los cubanos es una institución, privados de muchos placeres mundanos,  un cafecito es el lujo diario que se dan todos  los cubanos. Usualmente hecho en Greca italiana.  Una amiga cubana me cuenta que las cafeteras italianas son muy apreciadas  en las casas y son un único elemento de la cocina que jamas se guarda: siempre están a mano para usar.  El café se comparte, en familia,  en la mesa de los amigos; en torno a la bebida se discute de política, de chismes, se ríe y se declaran los amores.

Tomo mi café. La terraza del local da a la calle: allí se mezclan los gritos, el reggaeton, la salsa, gente hablando en italiano o francés. La Habana es más cosmopolita de lo que uno imagina. 

Observo  frente de mi un hombre norteamericano, camisa color caqui, sombrero Panamá, pantalon ligero.  Toma cafe, tiene un ron servido  y fuma un tabaco? Puede existir una combinación mas perfecta? , una descrpición en sabores de lo que es Cuba.  En estos momentos me gustaria saber fumar solo por probar esa armonia de sabores y olores: cafe, ron y habano.

Me quedo allí un rato largo disfrutando del perfume del habano. La luz brilla, la ciudad parece sobreviviente de demasiadas guerras. La Habana es la efervescencia y tiene  la fuerza de un trago de café rotundo.

 

Comienzo a caminar por la calle Obispo. Decido hacer el recorrido que hacia cada noche el escritor Ernest Hemingway  .

Comienzo en el Floridita , donde pido un daiquirí clásico. En la barra del lugar, hay una escultura de bronce en homenaje al escritor   y pienso en su bella frase «Ningún hombre está fabricado para la derrota. Puede ser destruido pero no derrotado».  tomo un trago largo y dulce: «entrechocamos las copas y las dejamos una al lado de la otra sobre la barra. Al otro lado de las ventanas protegidas por cortinas estaba el ardiente verano»... de La Habana.

Salgo a la calle peatonal:   es un entramado extrañísimo,  gente caminando, tiendas que fueron bellas y elegantes y en cuyas vitrinas ya  no hay nada, gente que va en bicicleta, turistas, ropa colgando de las ventanas, paredes carcomidas por el salitre y el tiempo, un lugar fascinante donde el reggaeton: se mezcla con los músicos callejeros que tocan sones, bares abiertos a la calle donde tomar rones y mojitos helados.

Camino por la calle, me pierdo entre la gente, las tiendas, los bares, las librerías, almuerzo algo al paso: Una cajita cubana con un pan con bistek.

Llegó al Hotel Ambos Mundos,  donde Hemingway tenía su habitación. Disfruto visitando lo que fue su residencia en la isla. Luego en el lobby del hotel pido un mojito, frio, con limón y delicado sabor del ron.

Un pianista toca sentado tras un increíble piano de cola. el pianista viste de smoking y su piel es color negra y brillante. Pienso  en Bola de Nieve al piano  y en la Cuba de de los años 50 y me imagino una noche Habanera: Mujeres bellas de uñas esmaltadas y boca rojo encendido, siluetas redondas y opulentas, tacones de aguja altísimos. Hombres de sombreros y guayaberas blancas almidonadas, relojes de oro.  Tragos, música y glamuor entre palmeras,  floreros llenos de trinitarias y cayenas,  mesas llenas de piñas dulces, sandías y guayabas:  tropicalia del caribe cósmico.  Imagino a  Hemingway entre todos tomando y hablando:  «Todo en él era viejo, salvo sus ojos y estos tenían el color mismo del mar y eran alegres e invictos»

La Habana era una fiesta, pienso, salgo a la calle y suena un furioso reggaeton:  «Yo la conocí, en un taxi en camino al sur … me lo paro el taxi, me lo paro» . La Habana era una fiesta…pues no La habana es un fiesta.

Havana Club

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