La chica de la cafetería es un personaje recurrente en las pantallas de cine. Quizás la más famosa de todas camareras sea Amélie Poulain, ella trabaja en el café “Los 2 Molinos” en Paris. La última chica de la cafetería es Mia de «La La Land», quien trabaja en el Café Sur Le Lot en Los Angeles. Pero de todos las camareras del cine, quizás la más amada y la que está en mi corazón es: Celia del film «La Rosa Púrpura del Cairo» . Ella trabaja en un triste café de New Jersey y como vía de escape a su miserable vida se refugia en una sala de cine. Allí se enamora del protagonista de un film, Tom Baxter, un arqueólogo aventurero.
La chica de la cafetería, es un personaje muy útil en el cine, representa al una chica común y silvestre, una chica trabajadora, totalmente anónima y con una vida totalmente irrelevante a la que le sucederá algo extraordinario que la saca de su rutina y cotidianidad.
Ellas, que solo sirven café y tienen un trabajo infravalorado, vive en un trabajo rutinario y sus vidas transcurren en departamentos solitarios donde conviven con gatos peludos, que son sus mejores amigos. Pero también tienen grandes sueños e increíbles o pueden tener vidas interesantes en sus ratos libres. Estos sueños son invisibles a los dos de los clientes y de sus jefes pero – nosotros como espectadores sí los conocemos y de allí nuestra complicidad.
Al mismo tiempo, su vida puede entrar en una maleta y no tienen mucho que perder, pueden colgar el delantal y sin mas salir a vivir. Nadie las vas a extrañar, son simplemente chicas irrelevantes. Tienen todo por ganar y muy poco que perder.
También puede que un día le sirvan un café a su príncipe azul o que por la puerta llegue un empresario millonario que se cruce con su sonrisa y se enamore de ella o volverse las musas de un escritor famoso.
Por ejemplo en ‘Mejor Imposible”, Melvin Udall, un escritor de novelas que sufre de trastorno obsesivo compulsivo se enamora de la mesera: Carol Connell. Ella trabaja en la cafetería a la que él frecuenta, entre ambos surgirá el amor y sus vidas cambiaran para siempre.
Los personajes, que en cine que son “como cualquier persona”, funcionan de forma muy útil a los guionista puesto que desde esta simplicidad o cotidianidad del personaje se puede moldear o desarrollar con el espectador el mecanismo de “identificación-proyección” -tan buscado por los cineastas- para generar empatía e identificación con el personaje cinematográfico. De esta forma nos sentimos tal como el protagonista: sufrimos y soñamos con él, y es mucho más natural para los espectadores conectar con cotidianos.
A las “chicas de café” de las películas les pasan cosas extraordinarias y un buen día dejan atrás la cafetería para conquistar sus vidas. Con está misma ilusión, miles de chicas en cientos de ciudades, se visten con su delantal negro cada día y preparan cafés con una sonrisa.